La tormenta se acerca, se puede sentir en el aire, está por llegar. Entre truenos y rayos, suena la orquesta. Es esa calma previa, que te inunda por dentro hasta elevarte a un nivel superior.
Y yo ahí, caminando, mientras todos corren. Pareciera que el fin del mundo estuviera por llegar, el viento que sacude con fuerza, relámpagos que irrumpían en la oscura noche . La gente buscaba desesperada algún refugio, para tratar de evitar lo inevitable.
¿Para qué huir? Ya corrí demasiado en mi vida, ahora sólo querío caminar. Tan sólo eso, caminar, disfrutando cada momento. Era de cierta manera, como desafiando la furia de la naturaleza, haciéndole frente. ¿Podría ganar? En lo absoluto, pero tenia que seguir.
Y la lluvia comenzó. Las gotas caían como bombas a punto de explotar, frías, despiadadas. Y yo, caminando bajo el agua. Sin importar más nada, más que caminar.
Pensándolo bien, quizás la vida sea un poco de eso, de pararse frente a lo inevitable, hacerle frente y seguir. Más allá de lo que todos nos digan que podemos hacer, más allá de lo imposible, muchas veces lejos de esta realidad.
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