No es fácil escapar, ni tampoco sé si es factible sobrevivir de alguna otra manera. Y es que nací en este mundo, en este proceso, en esta doctrina. Mi cabeza sueña con otro modo de vida, y es verdad, es utópico. Dadas las circunstancias, o dadas mis perspectivas, aparecen muchos contratiempos que entorpecen al punto de destruir todo tipo de vida ajena y distante al mundo ya preestablecido. Pero sea quizás obstinación, o incluso con mayor orgullo convicción, sostengo que se pueden cambiar muchas cosas para no dejarse abrumar por esta sociedad. Sostengo la idea de que hay algo que se puede transformar, mucho más allá de todo interés económico, político y social que exista, hay algo más. Tu felicidad, mi felicidad, su felicidad. Tu vida, mi vida, su vida. Momentos que no tienen un valor económico, ni un costo político, ni una repercusión social, esos verdaderos momentos que no se pueden comprar, son los momentos que más me hacen falta, que más nos hacen falta. Y una buena manera de cambiar un poco la realidad es sumar más momentos que no se puedan comprar, ni vender. Sumar más momentos que sólo se regalan, sin pensarlo, sin pedir nada a cambio. Que se viven, se disfrutan.
Hablo de romper con el libreto, ser espontaneo y actuar distinto. No acostumbrarse, no conformarse, dejarse despeinar por la vida, no pasar toda una vida queriendo ser ni vivir siempre esperando. Moverse sin que alguien te lo diga, elegir y tomar decisiones buenas o malas. Sin estancarse en problemas sin solución, no habló de no preocuparse sino más bien de no hundirse en un pozo del cual nos obligamos a no salir. Si algo anda mal, la solución no es castigarnos para estar aún peor. Con una sonrisa en el rostro el panorama mejora, la visión es más clara y nuestro cerebro responde mejor. Valorar a la gente que lo vale, que se lo gano. Aprender a dar, como así también a recibir.
Quizás sea sólo una idea, un mensaje, queda en ustedes lo demás.