Con el paso del tiempo, he descubierto una tendencia en volver reiterada y sistemáticamente, a cosas del pasado. Sea por nostalgia o por apego, muchas de esas vueltas al pasado terminan siendo un gran error. Muchas de ellas productos de mi insostenible falta de capacidad por sobrellevar situaciones inconclusas de mi vida. Tengo esa parte de mi cabeza que necesita un punto final en cada oración, de lo contrario se empeña por conseguir uno.
La vida, por su lado, tiene su propio estilo. Su final, muchas veces no coincide con el final clásico que persistimos en idealizar. Un final inconcluso, para la vida, sigue siendo un final como cualquier otro. Sin más, ni menos. Somos nosotros los obsesionados por querer que las cosas, incluso en su decadencia, sean bien formadas. Y no importando si, precisamente, sean positivas o negativas para nosotros, sino que sean finales inexorables. Si habláramos de una película, en nuestros finales no cabría suspicacia de una posible nueva entrega futura.
Sin embargo, esta es, creo yo, una vuelta que merecía ser realizada. Volverme, a este blog, a escribir en este sitio con todo lo que significa de manera subjetiva para mí, era realmente incontenible. Aunque seguí escribiendo, no era acá. Y eso ya implicaba que no era igual. Es una victoria al pasado con vistas al futuro. Para así, volver a empezar...
